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sábado, 11 de octubre de 2014

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                                                        "I was scared at the pretty guy"

Ella

Tocaban las tres de la mañana cuando Leonie notaba que el lobo se levantaba de su lado. A dónde coño irá. Le dolía demasiado la cabeza como para preguntar o tan siquiera girar la cabeza y cuestionar el sentido que tenían esos locos lunares en la espalda de ese animal. Cono el lobo llevaba durmiendo poco tiempo, quizás algunas noches de semanas salteadas. A veces se levantaban a las tres los dos, a veces ella sola se levantaba con el piar de los pájaros. Escuchó cómo se movían las monedas dentro de los bolsillos del pantalón vaquero que se ponía para irse. Algún día tendría valor para decirle qué. A pesar de haber compartido cama, con lobo jamás tuvo sexo. Le notaba oscuro, era retorcido para ser una historia, demasiado turbio para ser un poema, quizás un cuadro bien hecho y mal entendido.
Siempre antes de salir de la casa de Leonie, el lobo hacía una llamada con el móvil y decía "ya voy". Adónde y quién. Ella era muy joven y todavía se preguntaba cómo coño había llegado a esa situación.

Él

Cada vez le costaba más levantarse a esa hora y más cuando por fin conseguía dormir. Otras noches lobo simplemente se dedicaba a mirar la pausada y tranquila figura de la leona. Era un tierna y fiera bestia bañada en su propia melena. Lo que más le gustaba de Leonie era el hecho de que careciera de vida. O mejor dicho, de ansias de hacerlo explícito. Odiaba a las chicas universitarias que hablaban de los 80 sin haberlos visto, que si los moteros, que si las drogas, que si el rock en bares de mala muerto. Qué coño sabrán ellas. Sonrió de lado con desgana, sin gracia, sólo con sorna y sarcasmo. Agarró los pantalones sin tener cuidado, estaba enfadado. Siempre lo estaba. En su diario escribía:
                                                 
                                             Hay algo dentro de mí que me consume más que el alcohol.

Sus cabreos son los que hacían que no pudiera follar. Ellas le hablaban siempre de casa y niños, de vientres rellenos de vida, él sólo comprendía el idioma de las entrañas. Él sabía que sus pasos eran lentos comparados con la velocidad que tenían sus impulsos y sus vísceras, acabarían con él antes de que pudiera replantearse el tener un piso estable.
Bueno.
Llamó a Marina. Ella era lo opuesto a la leona. Era una sirena. Sabía que a esa hora estaría despierta embaucando a los marineros. Cantaba en el "Sixth Station", un bar que había en tierra de nadie. Marcó el número. Blablablabla. Ya voy.
Miró por última vez esa noche a la leona, su piel color tierra, su enmarañado pelo color avellana, sus pecas marrones, sus ojos color whiskey. Acabaría por devolverle la cordura.

Ella

Acabará por volverme loca.

Ello

El barrio apesta a pis, se oyen truenos.

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